Relato fotográfico Surcos Nº 08
Con resultados previsibles, llegó a Centroamérica la Súper Mano Dura.
Estoy parada frente a un muro donde dice “En memoria del Chino”, en el corazón de la colonia DINA, una población en San Salvador, territorio de una de las pandillas más grandes y temidas de Centroamérica. Veo niños jugando en la calle y madres que conversan. No parece un lugar tan peligroso. Hasta que una vecina de gestos resignados y amables se acerca a hablar: “Yo lo conocí desde la cuna”, dice y mira el muro; “Sabía ser buen chico”.
El Chino Mariano Salazar era el jefe local de la Mara 18, una inmensa red de pandilleros nacida en Los Angeles y hoy ramificada por casi diez países. A los veinte años controlaba la distribución de droga en la DINA y en la IVU, la colonia vecina. El 7 de enero del año pasado lo sacaron a golpes de una casa y lo acribillaron, a plena luz del día, con diecisiete impactos de fusil AK-47. La señora sacude la cabeza como si quisiera apartar una imagen horrible. Con un tono desconsolado, afirma: “Aunque se haya firmado la paz en el 92, la guerra aquí en El Salvador sigue”.